El llanero tiene su
espíritu libertario por determinismo geográfico.
La influencia del
medio les confiere características especiales a las personas y a los seres que
pueblan estos territorios, pues para vencer el medio, dominar la naturaleza
hostil, adaptarse a las distancias y al horizonte ilímite son necesarios
méritos y valor fuera de lo común. El llanero es abierto, emotivo y
dicharachero: se siente más hombre que cualquiera, porque cuando un llanero
está a caballo se considera invencible.
Es ya proverbial la
malicia indígena puesta al servicio de las luchas que los llaneros araucanos
libraron al lado de los grandes héroes de la Independencia, en las que
utilizaban tácticas y maniobras propias de los indios. En las batallas de Queseras
del Medio, en el Apure, incendiaban los pastos a la usanza indígena para la
cacería; arrebiataban los caballos amarrándoles hojas de palma o ramas para
levantar polvo y dar la impresión de formar parte de una tropa más grande y
numerosa de lo que realmente era; y llevaban a cabo los asaltos a la manera de
una guerra de guerrillas, donde la sorpresa del ataque y sobre todo la gritería
eran clave.
Porque el hombre
llanero tiene una forma muy peculiar de expresarse con el grito y lo hace hasta
en la canción: cuando contrapuntea está gritando, se jacta de tener un leco
(grito) que utiliza también en los trabajos de llano para velar el ganado en la
sabana y sobre todo en las
faenas agrestes,
cuando hace una buena tumbada de toros en un coleo o realiza un buen lance de
toreo a campo abierto.
BOLÍVAR, LLANERO DE
CORAZÓN
Cuando Bolívar pasó
por Arauca se dice que allí bailó joropo y visitó el legendario hato de La
Concepción, donde le entregaron reses, cueros, vituallas, carne salpresa o
tasajo, y cien caballerías bien entrenadas para cruzar ríos y resistentes para
recorrer vastas extensiones. Los llaneros, al verse representados en aquella
figura mítica, se unieron a la gesta libertadora como si fueran para una
fiesta, partiendo de buen agrado a las órdenes de Bolívar, quien era para ellos
otro llanero más, excelente nadador, ducho jinete y domador de potros, curtido
en los soles y lluvias de todos los caminos.
Los españoles temían
combatir en el llano, sabían que si la guerra se desarrollaba allí no la
ganarían nunca: Pablo Morillo, en carta a Fernando VII, escribía que los
llaneros eran guerreros tan aguerridos que si le daban cien mil de estos
hombres era capaz de conquistar toda Europa. Ya lo demás es historia: los
valientes y cuasi desharrapados llaneros formaron parte del ejército que llevó
a cabo el heroico cruce de los Andes por el Páramo de Pisba, cubriéndose de
gloria con las victorias del Puente de Boyacá y el Pantano de Vargas, entre
cuyos catorce lanceros hay cuatro araucanos.
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